martes, 28 de mayo de 2013

QUERERTE COMO NUNCA, CAGARLA COMO SIEMPRE.

Publicado por Pawyca en 16:35 0 comentarios
          Ahora ,solo queda el olor de la hoguera que hice con los recuerdos de las madrugadas junto a él.
Todas las mariposas que revoloteaban por mi estómago, se habían escapado en forma de lágrimas.
El viento susurraba su nombre, y mi corazón se encogía.
La calle a esas horas estaba vacía, acompañando la eterna soledad a la que estaba condenada mi alma,pero era justo lo que necesitaba, que nada ni nadie interrumpiera el paso decidido de mi corazón, que ninguna mirada me recriminara lo cobarde que había sido.
Hacía bastante tiempo, que estaba detenida frente a una vieja casa de madera, que años antes había vivido nuestro efímero cuento de amor,pero irremediablemente, tenía miedo.
 Miedo de los recuerdos encarcelados en las paredes descoloridas de nuestra habitación, me asustaba volver a tocar la cama que tantas veces nos había visto despertar juntos, y que la vieja cocina donde antes se cocinaba para dos, se resigne a cocinar para uno.
Y al volver a girar el pomo, de la que era ahora una jaula, el frío y la nada me dieron la bienvenida.
Los acordes de la melodía de la vida que había vivido junto a el, ahora sacaba a bailar a mi corazón,dando rienda a un sin fin de sentimientos, y dejando en carne viva cada una de las cicatrices y las heridas que el tiempo y el olvido habían cerrado.
Supongo que las lágrimas que bañaban mis mejillas,eran el resultado de desenterrar el polvo de tantos recuerdos, y recriminaciones.¿Tanto te puede cambiar la vida la ausencia de una persona? Todas las fotografías que había colgadas por el pasillo lo afirmaban.
Me di cuenta que hacía un cuarto de hora que estaba en apoyada en el marco de la puerta, que

ni si quiera había tenido el valor de dar un paso, y cerrar la puerta, el temor de quedarme encerrada para siempre era demasiado grande, pero aunque mi cuerpo estaba inmóvil ,mi mente estaba en otra época.
En la época donde las noches no estaban impregnadas de lágrimas, sino que escondían 100 besos, cada uno diferente, donde el frío nunca te acongoja el espíritu, y donde no hay sitio en la mente para soledad, ni la melancolía, cuando nos faltaba el tiempo.
Retrocedí un paso, y cerre la puerta principal, quedandome en el inmenso silencio que emanaba la ciudad, apoyada en una de las columnas del porche llegue a la conlusión, de que era hora de recoger los pedazos de este corazón, podrido de latir, y dejar la huella perpetua que había hecho su paso.
 

Mi desastre ☮ Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos