Era la madrugada de un sábado frío, y sólo había unos cuantos rezagados en la calle.
Pero para mí, no existía medida de tiempo alguna.
Estaba escondido debajo del escritorio de mi habitación,como cuando era pequeño, yme refugiaba,pensando que los monstruos nunca llegarían a verme.
Ahora tengo 23 años, y los monstruos de los que huyo, siempre me encuentran, están dentro de mi, reprochándome todo lo que hice mal.
No los culpo.Quizás el monstruo sea yo y no ellos.
Desde mi escondite puedo ver la ventana y la estantería,donde estan colocados varios marcos de fotos.
En ellos reposan los recuerdos de mis vacaciones en Holanda,cuando los problemas que me atormentan ahora, eran sólo cosas de mayores.
Lo que comienza con unas gotas salpicando la ventana, termina en un temporal de primavera, no entiendo por que me importa,ya que lo cierto es que desde que te fuiste, para mi nunca es un buen día.
Los monstruos me vuelven a reprochar, por que nunca consigo que algo dure para siempre, ni siquiera lo suficiente.
Puede que si todo hubiera salido bien, hoy estaría perdido en tu cintura, acariciándote cada uno de tus lunares,recordándote todo lo importante que eras para mí, y que sabía que nunca me defraudarías,hasta que un día lo hiciste.
Sé que ahora estarás en tu cama o en la de algún otro, pero para mi es cómo si hubieras desaparecido.
Cómo si supiera que nunca volvería haber tus hoyuelos,tu marca de nacimiento en la espalda,tus dedos largos y finos,tu pelo cayendo en tu espalda como una sesión de hipnosis.
Los monstruos me siguen recordando, que no has desaparecido, simplemente has decidido no estar en mi camino,y eso duele aún mas.
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